“El manejo de estos humedales, las culturas andinas lo vienen desarrollando desde hace por lo menos 2500 años”, comenta Jorge Gonnet, doctor en biología de Universidad Nacional de Córdoba, quien lleva más de veinte años trabajando con comunidades indígenas y campesinas altoandinas de Argentina, Perú y Chile.
Caminando sobre el bofedal de Visviri, en la comuna de General Lagos, Gonnet estuvo conversando con las y los ganaderos locales, mostrándoles cómo pueden reconocer signos de que el bofedal está “estresado” o en proceso de degradación por falta de agua o de descanso del pastoreo, y en este intercambio las y los participantes le contaban cómo era antes, cuando solía haber más disponibilidad de agua.
Estos intercambios se repitieron en otros lugares como la estancia Surapalca II de Tacora, en el pueblo de Parinacota y Guallatire, en Putre, Isluga y Turuna, en Colchane y finalmente Cancosa y Lirima, en Pica. Según el diagnóstico de las y los participantes, antes podían alimentar mejor a sus llamas y alpacas, había mejores condiciones y el manejo del bofedal era una tarea colectiva que permitía conservar mejor estos ecosistemas.
“Lamentablemente se está perdiendo esta cultura del manejo por el despoblamiento, por la emigración de la fuerza joven a los centros urbanos (…) pero hay conocimiento ancestral que estas comunidades han ido desarrollando y adaptando de generación en generación. Por supuesto que ahora nos encontramos en un gran desafío, pues estas últimas tres o cuatro décadas, los estudios climáticos indican que son las más secas de los últimos 700 años”, explica Gonnet.
La necesidad de conservar estos ecosistemas y de recuperar prácticas tradicionales para el manejo de vegas y bofedales motivaron la organización de un ciclo de talleres de sobrepastoreo en humedales altoandinos, que fue dictado por el biólogo Jorge Gonnet y el ingeniero zootecnista y experto en camélidos sudamericanos Walter Ramírez. Ambos profesionales de la Corporación Norte Grande han sido parte de un proceso de diseño de planes de manejo para la ganadería camélida, los cuales se están desarrollando en predios pilotos de la Red de Sistemas Importantes del Patrimonio Agrícola Nacional, Red SIPAN.
La iniciativa Red SIPAN, está siendo impulsada por el Ministerio de Agricultura y cuenta con la supervisión y apoyo técnico de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, gracias al financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial.
En las zonas del altiplano y altoandinas ubicadas en las comunas de Putre, General Lagos, Pica, Huara y Colchane, la iniciativa Red SIPAN está trabajando en torno a quince predios pilotos en los cuales se están implementando planes de manejo que apuntan a mejorar la producción de carne y fibra, mediante el mejoramiento genético de las tamas o rebaños, pero, además, retomando prácticas tradicionales para el cuidado de camélidos y conocimientos ancestrales asociados al manejo de las vegas y bofedales. En esa línea, también se apunta a disminuir el sobrepastoreo, pero asegurando que una menor cantidad de animales, mejor alimentados, sean suficientes para mejorar la producción, es decir, a la optimización del sistema productivo ganadero.
El caso de Conrado Blanco Mamani
Con 65 años, Conrado Blanco Mamani es uno de los ganaderos que con más entusiasmo ha abrazado la idea de recuperar la ganadería camélida y las prácticas ancestrales asociadas a esta actividad. Él fue uno de los participantes de los talleres y durante el año 2021, fue anfitrión de un encuentro que acercó a los jóvenes a conocer y dialogar en torno a la ganadería camélida.
En su estancia Chivatambo, que se ubica dentro de la Reserva Nacional Las Vicuñas en la comuna de Putre, Conrado Blanco tiene una instalación para el secado charqui de llama utilizando energía solar, un invernadero, establos para sus animales, su hogar y una cabaña para recibir turistas.
Su objetivo es hacer que esta sea una estancia autosustentable que complemente la producción ganadera y el turismo. “Pienso que la ganadería es un sustento que siempre estuvo para las generaciones anteriores y en estos tiempos críticos que se vienen tomará su real importancia”, dice.
Entre las razones que destaca para retomar esta actividad menciona el bajo consumo de alimento y agua que tienen los camélidos, así como su capacidad para adaptarse a climas extremos. Como él, hay otras y otros ganaderos que están interesados en mantener vivo este patrimonio y que están participando de manera activa en estos talleres. “Empecé tarde pero no me arrepiento, porque todo este trabajo que se está haciendo de rescatar nuestro patrimonio ancestral servirá para otras generaciones”, reflexiona.
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